Cuando una niña de 8 años y medio comprueba que el espacio donde se sitúan sus pechos se empieza a abultar, y ve que emergen más unos pequeños pezones, suele sentir temor, una especie de miedo a ser descubierta por sus padres, sus hermanos y, sobre todo, sus compañeros de clase. A ninguna niña de esa edad le gusta tener un cuerpo distinto al de sus amigas, y aún menos, que cambie sin que lo haga el del resto de chicas de su grupo más próximo.A Raquel, vecina de Sabadell (Vallès Occidental), con 9 años recién cumplidos, no le gustó descubrir hace seis meses que le crecían los senos. Menos aún le gustó a su madre, quien la llevó a un pediatra que, como ocurre con cierta frecuencia según otros especialistas, quitó importancia al asunto. Cuatro meses después de ese hallazgo, a Raquel le vino la menstruación, y esa transformación radical de sus hormonas detuvo su desarrollo óseo. Dejó de crecer. Esa es la principal consecuencia de no detener a tiempo una pubertad adelantada. Es lo que está ocurriendo a un creciente número de pequeñas de 8 e incluso 7 años, cuyos padres piden ayuda médica.Al cuadro clínico se le denomina pubertad adelantada –para distinguirla de la pubertad precoz, una enfermedad minoritaria y estable– y se caracteriza por los cambios mamarios citados a los que, en pocos meses, suceden la primera menstruación y, tras ella, la reformación completa del cuerpo, con el aumento redondeado de la grasa de las caderas y la aparición de vello en las axilas y el pubis como principales signos visibles.CENTÍMETROS MENOS /La revolución hormonal que supone la llegada de la menstruación detiene el desarrollo del esqueleto. Las niñas pierden los seis o siete centímetros de altura que su constitución genética les hubiera permitido ganar. «Si su talla prevista ya era baja, la altura que alcanzan es preocupantemente baja», explica Lourdes Ibáñez, endocrinóloga del Hospital de Sant Joan de Déu de Esplugues de Llobregat, una de las máximas especialistas europeas en pubertad adelantada.Se trata de un fenónemo fisiológico nuevo que en pocos años ha duplicado las cifras de afectadas. «Hace seis o siete años, no veíamos niñas con pubertad adelantada, no existía el problema –asegura la doctora Ibáñez–. Ahora, aquí, atendemos a 15 o 20 cada mes, y van en aumento».Por más que su cuerpo evolucione a una velocidad insólita, la maduración psíquica de esas niñas no se acelera, y es frecuente que haya un conflicto interno. A los 8 años, ni desean, ni esperan, ni necesitan pensar en asuntos de mujeres, cambios que un par de años más tarde encajarían con normalidad al observar que les ocurre lo mismo a la mayoría de sus amigas. «Mi hija se ha vuelto retraída desde que le creció el pecho. Le da miedo explicarlo a sus compañeras, como si fuera culpable», explica la madre de Raquel.Aunque a muchas niñas les gusta calzarse los zapatos de tacón de sus madres, descubrir en su cuerpo signos físicos propios de las mujeres adultas las incomoda, explica la doctora Ibáñez.«Son aún muy niñas y sienten mucha vergüenza al pensar en el aspecto que va adquiriendo su cuerpo –prosigue–. Muchas veces, evitan mostrarlo ante sus amigas. No se desnudan en el gimnasio de la escuela... es un problema para ellas». Otras se compran ropa muy holgada y se despiden de las muñecas.POCOS NIÑOS / Esta avance de la pubertad afecta a entre 10 y 20 niñas por cada niño. El adelanto de los signos masculinos, en cualquier caso, es menos perceptible: consiste en un moderado aumento de los testículos del pequeño, un detalle que, según los médicos, suele pasar desapercibido por sus compañeros. Las repercusiones físicas, psíquicas y sociales de quienes lo sufren también son menores.La causa de este fenómeno es múltiple, aunque coincide que la mayoría de niñas y niños con pubertad adelantada nacieron con muy bajo peso, un factor que más tarde condiciona su desarrollo hormonal y determina su tendencia a acumular grasa, explican los médicos. Los factores que inciden en la obesidad –en especial la excesiva secreción de insulina– aceleran la producción de las hormonas sexuales que causan el avance de la pubertad. También interviene en esta anomalía la mayor presencia de hormonas animales en los alimentos e incluso la composición de algunos cosméticos elaborados con placenta de mamíferos. «Se atribuye a un cúmulo de coincidencias, personales y medioambientales, difíciles de concretar por completo aún», resume la endocrinóloga.Los desarreglos que origina la pubertad adelantada explican que, aunque no se la considere una enfermedad (es un síndrome que aún está poco estudiado), los endocrinólogos intenten detener el proceso con fármacos que modulan la acción de la insulina en la sangre, de forma que se frene la secreción ovárica de las hormonas sexuales. El objetivo es que la niña complete su crecimiento y que evite la excesiva presencia de estrógenos en la sangre. Evitando los factores que conducen a una pubertad adelantada se puede frenar, además, la diabetes que suele acompañar a la obesidad infantil.
Funte: El Periódico de ARagón 6 de enero del 2010
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