El número de alumnos que falta sistemáticamente a clase es muy bajo en Zaragoza, sobre todo desde la creación de las Comisiones de Absentismo, "pero lo normal es que los estudiantes que hacen pirola de forma continuada cuenten con la complicidad de sus padres".
Así ve el problema la comunidad escolar, en palabras de un responsable del instituto Elaios, donde cursaba estudios uno de los dos hijos del matrimonio zaragozano que ha sido condenado por la Justicia a 720 euros de multa por no hacer nada para que los pequeños acudieran a clase.
Lejos de eso, los progenitores amparaban la conducta absentista de sus hijos, de 16 y 13 años, manifestando a los servicios sociales que estaban enfermos cuando no era verdad.
"En nuestro centro hay muy poco absentismo escolar, es casi algo anecdótico", señaló ayer Miguel Ángel Martínez, director del colegio público Río Ebro, en el Actur, donde estudiaba la hija de los padres condenados por abandono de familia.
AUSENCIAS SIN MOTIVO Colegios e institutos llevan un estricto control de la asistencia a clase, y se ponen en contacto con las comisiones de absentismo de zona en cuanto un alumno falta al 30% de las clases, aunque la alarma se dispara ya a partir del 20% de ausencias injustificadas.
"Las cosas van mejor desde que se pusieron en marcha las comisiones de absentismo", indicó González, que precisó que, antes de crearse estos organismos, "los profesores se las arreglaban solos para controlar a los alumnos aficionados a fumarse las clases".
Sin embargo, la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Aragón (Fapar) considera que si bien algunas comisiones "funcionan bien", no todas obtienen un rendimiento adecuado. Aun así, Ana Abán, responsable de la entidad, reconoció que el absentismo "va a menos".
En lo que todos los miembros de la comunidad escolar coinciden es en que el problema de los alumnos reacios a ir al aula no es solo culpa suya. "En la mayoría de los casos, el origen del fenómeno está en el entorno familiar, en los padres, que saben que sus hijos no van a estudiar y lo consienten de manera consciente", explicó Isabel Razábal, jefa de estudios del instituto Elaios.
Con todo, pese a los avances en la vigilancia de los estudiantes refractarios a las aulas, el absentismo aún castiga de forma apreciable a los centros de enseñanza de algunos barrios y a grupos sociales desfavorecidos.
Así ve el problema la comunidad escolar, en palabras de un responsable del instituto Elaios, donde cursaba estudios uno de los dos hijos del matrimonio zaragozano que ha sido condenado por la Justicia a 720 euros de multa por no hacer nada para que los pequeños acudieran a clase.
Lejos de eso, los progenitores amparaban la conducta absentista de sus hijos, de 16 y 13 años, manifestando a los servicios sociales que estaban enfermos cuando no era verdad.
"En nuestro centro hay muy poco absentismo escolar, es casi algo anecdótico", señaló ayer Miguel Ángel Martínez, director del colegio público Río Ebro, en el Actur, donde estudiaba la hija de los padres condenados por abandono de familia.
AUSENCIAS SIN MOTIVO Colegios e institutos llevan un estricto control de la asistencia a clase, y se ponen en contacto con las comisiones de absentismo de zona en cuanto un alumno falta al 30% de las clases, aunque la alarma se dispara ya a partir del 20% de ausencias injustificadas.
"Las cosas van mejor desde que se pusieron en marcha las comisiones de absentismo", indicó González, que precisó que, antes de crearse estos organismos, "los profesores se las arreglaban solos para controlar a los alumnos aficionados a fumarse las clases".
Sin embargo, la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Aragón (Fapar) considera que si bien algunas comisiones "funcionan bien", no todas obtienen un rendimiento adecuado. Aun así, Ana Abán, responsable de la entidad, reconoció que el absentismo "va a menos".
En lo que todos los miembros de la comunidad escolar coinciden es en que el problema de los alumnos reacios a ir al aula no es solo culpa suya. "En la mayoría de los casos, el origen del fenómeno está en el entorno familiar, en los padres, que saben que sus hijos no van a estudiar y lo consienten de manera consciente", explicó Isabel Razábal, jefa de estudios del instituto Elaios.
Con todo, pese a los avances en la vigilancia de los estudiantes refractarios a las aulas, el absentismo aún castiga de forma apreciable a los centros de enseñanza de algunos barrios y a grupos sociales desfavorecidos.
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