ALGUIEN PUEDE pensar que ese planteamiento margina el derecho de las familias a que sus hijos se eduquen en la religión que profesan, lo cual está bastante lejos de mi pensamiento. Entiendo que un estado democrático tiene la obligación de propiciar que los niños y jóvenes reciban la enseñanza religiosa que demande su familia, pero en los centros de culto de cada religión. Para ello, debe poner los medios necesarios para que reciban tales enseñanzas en dichos espacios, fuera del horario escolar. (seguir leyendo)
Catedrático de Pedagogía de la Universidad de Zaragoza, jubilado
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